sábado, 13 de septiembre de 2008

de mañana

Miro la pared que conforma tu espalda. Debe haber cientos de kilómetros desde tu cuello hasta el final de tu columna. Ésta, eclipsada al final del recorrido por los montes que conforman tu culo.
Dos hermosos médanos, cálidos y desiertos, en los que disfruto tirarme a ver pasar el tiempo. Sin que nada me moleste, sin que el sol se nuble.
La mañana desfila delante de mí. Las horas pasan y la intención de madrugar y de convertirme en un ser responsable ante la sociedad, se convierte en una confortable estadía entre sábanas, para dos, todo pago, por tiempo indefinido.
Mejor llamo al trabajo y digo que tengo gripe.