domingo, 3 de agosto de 2008

cazando moscas

Su deporte preferido era cazar moscas. Las esperaba con paciencia, con sigilo.
Dejaba que se posaran en sus brazos, en su cara, hasta que finalmente bajaban a explorar la palma de su mano. Sentía como el insecto caminaba delicadamente por su piel. Explorando. Cerciorándose de que no hay peligro alguno.
Era como si alguien, con espásticos movimientos, arrastrara una pluma o un suave papel.
Ella esperaba ganar su confianza, como se hace con un perro, como un amigo o un amante. Y allí, en un instante explosivo, cerraba su puño. Cercenando toda posibilidad de escape o libertad.
Era fantástico verla cazar moscas. Más aún, percibir la soberbia que experimentaba al dejarlas ir.

cuervos en la lluvia

Era un lunes de lluvia, y como todos los lunes de lluvia, llovía solo para joderme la vida.
Y lo lograba, con una perfección envidiable; aquellas gotas insulsas y aburridas, multiplicadas por miles y miles, cayendo como en un armónico y constante sin sentido, lograban que me despedace los sesos pensando y repensando cuestiones de mi vida tan insulsas como nuestra relación, reduciendo el existencialismo más duro a una mera pelea de escarabajos.
Aquella maravilla de la condensación y luego de la gravedad, inexplicablemente lograba alterarnos. Logrababa que nos sacáramos los ojos con nuestros picos.
Odiaba los fríos, húmedos, grises, tristes y calculadores lunes de lluvia.
Los odiaba y aún lo sigo haciendo.