martes, 27 de enero de 2009

en tu pelo un batido

La legalidad de lo que estaba haciendo se ponía en duda con el solo hecho de que eras casada. Perdón, pero nunca fui prolijo para hacer las cosas; mis calzones habían quedado olvidados en el comedor.
Ya estábamos metidos en esto desde la vez que te crucé en la cena de navidad de aquella familia inglesa con acento irlandés que solía veranear en las costas más ventosas del atlántico. El cambio les era favorable. También lo fue para mí.
Volviendo al caso; desnuda no eras nada del otro mundo. Te asimilaba a las revistas pornográficas que solíamos robarnos de chicos con mis amigos del barrio. Y así, como aquellas, me calentabas.
Adolecentemente hermosa.
Tu marido debía de ser un estúpido para dejarte sola un instante.
Me sonreí para adentro y te volví a mirar.
Tu pelo era un desastre.