miércoles, 20 de febrero de 2008

fantasmas

Caminaba solo por la calle, cuando del otro lado, se me aparecieron tus fantasmas. Tenian puesto ese vestido azul que tanto me gusta, ese que deja al descubierto tus piernas. Llevaban un ridículo sombrero, que de seguro es nuevo, y el collar que alguna vez te regalé. Hermosos y elegantes, como lo eras tú, avanzan tus fantasmas. Hermosos y soberbios, como eres como tú, avanzan.
Ellos cruzan la calle y vienen hacia mí. Me miran y me reconocen. Saben que soy aquel que no soportó tus ataques de celos y tu mal aliento en la mañana. Saben que en una noche especial te regalé ese collar que hoy llevan.
Ellos saben quien soy, y sin embargo siguen de largo, indiferentes. Como si nunca hubiera existído en tu vida y como si tú nunca hubieses arruinado la mía.
En fin, no hay nada que hacer...así son los fantasmas.

martes, 12 de febrero de 2008

coincidencias

Un buen par de tetas y un culo firme. Una sonrisa color carmín y ojos demasiado delineados. Labios gruesos y putones. Lengua rápida y violadora.
Meterla en la cama fue más barato que las primeras tres cervezas en el bar, en donde me confesó que queria cojer como aquellos animales salvajes que salen en la tele. Dos whiskys más, un paquete de cigarrillos consumidos en un cenicero y que el taxi lo pague ella.
Convencerla de que se sacara la ropa fue fácil. Se divetía desparramando las prendas por todo el cuarto y hasta arrojó uno de mis zapatos por la ventana.
Se tiró en mi cama como si esta fuera una pileta y nadó a lo ancho y a lo largo por el raquítico colchón. A diferencia tuya, no le importa que este no tenga resortes y ni se molesta cuando los elásticos de la cama se clavan en su espalda.
A diferencia tuya ella gime, no se queja.
Aunque no ponía límites, besarla era difícil, más difícil que vos vuelvas a casa. Entonces, entendí que en estos juegos las bocas están para otras cosas y que de amor se entiende poco...o demasiado.
Transpiramos unas horas más y se escapó montada sobre un taxi el cual no se detendría por nada del mundo.
Al final, creo que ustedes dos se parecen.

lunes, 11 de febrero de 2008

mosca de bar

La barra se despliega frente a mi; soberbia, fría, eterna. Yo estoy en ella, con mi amante preferida, con mi amiga fiel, con mi perro de caza...mi cerveza y yo somos dos almas gemelas separadas al nacer, reencontradas tiempo después, por las amargas y necesarias desgracias que suceden en la vida. Esas fatalidades que le dan formas a las líneas de las manos.
Dentro de este lugar, en dónde mi esqueleto encontró calor y buena companía, las historias se desvisten. Bailan como el humo de los cigarrillos. Desnudas, sin prejucios, descascaradas de vergüenza.
Nos acarician la entrepierna y nos guiñán un ojo. Mi cerveza observa y yo sonrío.
Por el resto del bar, los cuerpos de hombres y mujeres se acomodan en las mesas viejas y, a travéz de sus vasos de vidrio grueso, se sumergen en baños de cerveza tibia. Se relajan, flotan y se dejan llevar, sin pensar en qué tan a la deriva terminarán esta noche.
La vida nos podría haber sido más fácil, pero no nos lo fue. Simplemente nos hizo una mueca desde una esquina y salió corriendo.
Desde esta barra sobervia, fría y eterna pienso que también soy un cuerpo desafortunado.
Me doy cuenta que mi ruina comenzó cuando te fuiste y que, a esta altura, es difícil es no ser una mosca en tu bar.

viernes, 1 de febrero de 2008

dos hermosas autopistas

Desde su mesa, Charles se detuvo en una figura y de sus ojos desembarcó aquella mirada que tienen los hombres más solitarios del mundo; una mujer había entrado al bar.
Se había deslizado como una ligera pluma por entre las mesas y se acomodaba elegantemente al final de la barra. Tenía un vestido verde que no llegaba a cubrir sus hermosas y largas piernas.
Aquel par, como si fueran dos autopistas que recorrían infinitos kilómetros, iban desde sus caderas hasta el suelo cortando el paisaje del triste bar como una navaja recién afilada.
Todos observaban a la mujer de vestido verde. Charles la imaginaba tirada en su cama, por la mañana, con el pelo suelto y revuelto. En ropa interior o simplemente desnuda. Bajo las sábanas, las que sutilmente delineaban el contorno de sus dulces y pequeños pechos, los que ahora se convertían en fantasía dentro de su cabeza.
Charles estaba en otro planeta, en uno familiar. La cerveza quedó de lado y se emborrachó con aquel par de piernas que sin duda alguna le traían recuerdos.
Se levanto y, sin pestanear para no perderla de vista, se dirigió hacia la barra donde ella estaba sentada. Rodeó su banqueta y, por detrás, le susurro al oído:
_ Es fácil vivir cuando uno esta enamorado...y yo estoy tan enamorado.
Ella sonrió y juntó sus hombros, como si sintiera cosquillas por dentro. La escena le trajo el recuerdo de un hombre que adoraba sus piernas y que le susurraba al oido letras de viejas canciones antes de hacer el amor.
Ella volvió su cabeza hacia el hombre que un rato antes había abandonado su botella de cerveza sobre la mesa para aventurarse en el terreno incierto de las palabras que se susurran al oído. Le acaricio la cara y con vos de quienceañera le dijo:
_ ¿Por qué tardaste tanto?