lunes, 23 de marzo de 2009

infidelidad

La estupidez
La simple cara de "no se nada", de "me quiero ir a casa".
Pánico.
La mano en la rodilla. Los dedos temblando. Los dientes mordiendo el labio.
El té caliente. La boca quemada. La lengua que se ampolla. La puteada.
El silencio.
La disculpa. La pausa. La excusa.
Más incomodidad.
El descreimiento. La desconfianza. Más preguntas.
Algunas afirmaciones y más lágrimas.
El "te amo".
La eterna duda.

martes, 17 de marzo de 2009

una de tiros

"La rubia del vestido rojo" se queda con "el bueno de ojos azules". "El negro", amigo de "el bueno de ojos azules", muere en la explosión del reactor.
"Al malo" le da un ataque de tos y se cae por el precipicio cuando se resbala con una bolita lechera que había en el suelo, aquella era el único recuerdo que tenia "el bueno de ojos azules" de "su abuelo".
"La amiga del malo", una morocha más linda que "la rubia del vestido rojo", se le da por escapar con "el enano malo", que se hizo bueno y ayudó a "el rubio de ojos azules" y a "el negro" a salvar al mundo -aunque este último nunca lo sepa-.
Al mismo tiempo, "el científico peinado con gomina" que diseñó el reactor, escapa a caballo atravesando el fuego de "los tanques asesinos del futuro", que serán destruidos por "el francotirador tuerto de nacimiento" desde una torre -de ese no se sabe si es bueno o malo-.
Por otro lado, "el perro del bueno de ojos azules", que tiene una inteligencia superior a todos los demás personajes por que provenía del planeta "de los perros inteligentes", se casa con "la tortuga del malo", a la cual "el malo" cambió su cerebro por el de un samurai del siglo XII.
Al final, están todos muertos menos el "enano malo". Él veía gente muerta.

lunes, 16 de marzo de 2009

transbordo

Me levanto de a poco.
Me incorporo en la cama. Me rasco la cabeza. Me refriego los ojos.
Estiro las piernas, moviendo los dedos de los pies. Giro la cabeza para los lados.
Me quedo un segundo.
Me levanto.
Voy a la cocina y prendo la hornalla. Cargo la pava con agua y la pongo al fuego.
Voy al baño. Hago pis. Me lavo la cara. Me cepillo los dientes.
Vuelvo a la cocina.
Preparo las cosas. Voy probado el agua, de a poco, tratando de no mojar toda la yerba, de no inundar todo el mate.
El día recién empieza, mejor hacerlo de a poco. Pausado. Tratando de que el traspaso del sueño a la realidad sea lo menos traumático posible. Lo menos violento posible.
Pruebo un par de mates, pero le falta.
Me quedo, otra vez.
Todavía me acuerdo de lo que estaba soñando.
Estaba corriendo solo por una calle de tierra. De mañana y de invierno.
Estaba descalzo y sentía el fresco de la tierra húmeda en la planta de los pies. La cara tensa.

Daba zancadas largas, como un velocista.
Sentía como me entraba el aire en los pulmones. Como bolsas, se llenaban y se vaciaban.
El aire se condensaba cuando salía por mi boca.
Me bastaba con solo apoyar la punta de los pies para salir disparado. Al final de cada zancada parecía quedarme congelado un instante, antes de caer y dar el siguiente paso.
Congelado en el frío de la mañana.
El agua ya esta a punto. El traspaso se ha producido con todo éxito. Pausado. Sin violencia.
Me voy a la mesa. El día acaba de arrancar.