martes, 16 de diciembre de 2008

como perros cimarrones

Recorremos la noche buscando mujeres en posición desventajosa. Con el alma y la cabeza cagada.
Estafadas. Maltrechas.
Anímicamente inútiles. Con necesidades fisiológicas. Descartables.
Delineadores y pintalabios. Vestidos y zapatos. Aros y collares. Corpiños y bombachas de elástico estirado.
Mujeres a las cuales les comemos las entrañas como una jauría de perros cimarrones.
Sin permisos ni modales.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

pinceladas

Todavía estábamos desnudos. Con calor. Agitados. Mirando al monótono y parejo techo blanco.
-Creo que soy lesbiana…-
-… ¿Cómo?-
-Que creo que me gustan las mujeres…-
-¿Me estas cargando?...cuándo te diste cuenta-
-Hace un rato…mientras acababas –
-Eh… ¿mientras acababa? y vos que hacías-
-Te miraba…-
Sentirse un boludo debe ser algo normal en estas situaciones.
Seguí mirando el techo sin mencionar palabra. Me concentré en las pinceladas, iban como de forma vertical, con idas y vueltas, de arriba hacia abajo. También podía distinguir pequeñas irregularidades; manchas, grumos y alguna que otra pincelada horizontal, transversal al resto del trazo.
Volví mi vista y la mire a los ojos, noté que hablaba en serio. Apoyé mi cabeza en su panza y ella empezó a jugar con mi pelo.
-Igual te sigo queriendo…- me dijo mirándome con sus enormes ojos.
Estaba tranquilo, le creía. Después de todo seguía siendo hermosa. Tirada, desnuda en mi cama, transversal a mí. Como aquellas pinceladas horizontales en mi monótono techo blanco.

martes, 11 de noviembre de 2008

la peste llegó

Llegó como llegan todas las pestes.
Se te meten por la nariz. Te dan ganas de toser y en ocasiones fiebre. Fiebre de la buena; de la que te hace transpirar las sábanas y doler hasta los dientes. Fiebre de la que te pone boludo y te hace salir de la cama para volver a agarrarla más tarde, pidiendo perdón por todas las cagadas que te mandaste en tu vida.
La peste llegó. Mejor quedarse en casa.

domingo, 2 de noviembre de 2008

es temporada de putas

Llegan desde todos los lugares.
Cariñosas, suaves, hermosas.
De piernas largas y escotes insinuantes. Con pechos grandes y pomposos, como de algodón.
Llegan cargadas de besos y caricias para todos los que estén dispuestos.
Llegan para que nadie duerma solo. Para no dejar botellas a medio terminar. Para que nadie caiga en la locura.
Ya llegan, es temporada.

miércoles, 29 de octubre de 2008

soy un perro

Un buen perro.
De los que muerden poco, o en realidad, de los que ya no se acuerdan de morder.
No soy de los que andan por la calle todo el día, oliendo las bolsas y siguiendo a los extraños, meando algún que otro árbol. Yo me echo en la plaza a ver pasar la humanidad. Ella siempre me regala algo de comida o un poco de compañía.
Igual, esto no siempre fue así. Tiempo atrás tuve una dueña, una cucha y comida en un tacho de plástico. Un patio. Una buena vida.
Duró poco.
La muy puta se mudó a un departamento y compró un gato.

jueves, 23 de octubre de 2008

aderezo

Así como si nada, un día me hice adicto a la mostaza.
Ahora te quiero menos.
Ahora me tenés que compartir.

lunes, 20 de octubre de 2008

después de cenar

Mientras escucho la radio, relajo los pies en otra silla. Los tobillos siguen doliendo y creo que en este último tiempo me salio una carie. Un terrible dolor metálico hace que mi cara haga una mueca estúpida cuando algo entra en una de mis muelas.
La mesa esta sin levantar. Queda media botella de vino y hay migas de pan desparramadas sobre mi mantel a cuadros rojos.
En el plato, luego de la batalla, solo hay algunos granos de arroz. Cuesta comerlos todos, de hecho creo que nadie lo hace.
Prendo un cigarrillo y escucho que alguien llama a la radio. Está pidiendo compañía. Su voz es suave y deja un número.
Debe ser hermosa.
Debe ser como uno de estos granos de arroz. Simplemente se quedan ahí, dispersos en el plato, solitarios. Con el miedo de haber podido morir en alguna boca. Sobrevivientes de la batalla.

sábado, 11 de octubre de 2008

hasta las 7

Son las 4:07 de la mañana y me estoy acordando de tu lunar. Acordándome del pozo en tu cachete. De cómo fruncías el ceño cuando las cosas no eran como querías.
De cómo puteabas por putear. De las mañanas con olor a humedad y de las tardes al pedo en la plaza tirados al sol, cuando había sol.
De la carne al horno con papas. De los documentales del discovery. De nuestras discusiones pedorras sobre actualidad. De algunos besos. De algunas cosas.
Ya son las 4:41. Me quedan 2 horas y 19 minutos para empezar el día.
2 horas y 19 minutos para volver a olvidarme de vos y empezar el día.

sábado, 13 de septiembre de 2008

de mañana

Miro la pared que conforma tu espalda. Debe haber cientos de kilómetros desde tu cuello hasta el final de tu columna. Ésta, eclipsada al final del recorrido por los montes que conforman tu culo.
Dos hermosos médanos, cálidos y desiertos, en los que disfruto tirarme a ver pasar el tiempo. Sin que nada me moleste, sin que el sol se nuble.
La mañana desfila delante de mí. Las horas pasan y la intención de madrugar y de convertirme en un ser responsable ante la sociedad, se convierte en una confortable estadía entre sábanas, para dos, todo pago, por tiempo indefinido.
Mejor llamo al trabajo y digo que tengo gripe.

domingo, 3 de agosto de 2008

cazando moscas

Su deporte preferido era cazar moscas. Las esperaba con paciencia, con sigilo.
Dejaba que se posaran en sus brazos, en su cara, hasta que finalmente bajaban a explorar la palma de su mano. Sentía como el insecto caminaba delicadamente por su piel. Explorando. Cerciorándose de que no hay peligro alguno.
Era como si alguien, con espásticos movimientos, arrastrara una pluma o un suave papel.
Ella esperaba ganar su confianza, como se hace con un perro, como un amigo o un amante. Y allí, en un instante explosivo, cerraba su puño. Cercenando toda posibilidad de escape o libertad.
Era fantástico verla cazar moscas. Más aún, percibir la soberbia que experimentaba al dejarlas ir.

cuervos en la lluvia

Era un lunes de lluvia, y como todos los lunes de lluvia, llovía solo para joderme la vida.
Y lo lograba, con una perfección envidiable; aquellas gotas insulsas y aburridas, multiplicadas por miles y miles, cayendo como en un armónico y constante sin sentido, lograban que me despedace los sesos pensando y repensando cuestiones de mi vida tan insulsas como nuestra relación, reduciendo el existencialismo más duro a una mera pelea de escarabajos.
Aquella maravilla de la condensación y luego de la gravedad, inexplicablemente lograba alterarnos. Logrababa que nos sacáramos los ojos con nuestros picos.
Odiaba los fríos, húmedos, grises, tristes y calculadores lunes de lluvia.
Los odiaba y aún lo sigo haciendo.

jueves, 10 de julio de 2008

un buen pensamiento

Cada vez te recuerdo menos. Me cuesta imaginarte. De a poco las paredes de mi cabeza te van diluyendo, hasta que finalmente me olvide de cómo era tu cara. Y definitivamente voy a pasar todo esto a retiro.
Para peor de las cosas, la chica que se parecía a vos se cortó el pelo y ya no puedo jugar a recordarte; a sentir ese instante explosivo en que mi cabeza creía verte, para esbozar una sonrisa y, de nuevo, caer en que solo se trata de simples parecidos.
Aún, a veces cuando la miro de espaldas, hago el esfuerzo y me trae a la memoria el invierno en el que tenías esos aros grandes. Esos que solían hacer tanto ruido cuando se caían al suelo. Eran sumamente delatores y teníamos que tomar todos los recaudos. Ella usa aros parecidos.
Pero ustedes ya no se parecen, y ese gesto o manera de mover la mano y de correrse el pelo que encontraba similar ya no está más. Simplemente desapareció, así como desaparecieron tus aros.
Me he planteado si esto no es una ocurrencia mía o alguna clase de estupidez mental y finalmente llegué a la conclusión de que nunca exististe. De que nunca compartimos nada.
De que te inventé un invierno. Por qué no, ahí donde las paredes de la cabeza fabrican pensamientos.

detalle

Filoso. Tenso. Su maxilar.
Cómo se definía su cara, resaltando sus pómulos, fabricando elegancia. Acompañando lo jovial en la mirada.
Delimitante. Seccionador. Su maxilar.
Estilizando su cuello, volviéndolo eterno, inalcanzable. Un mero detalle que resiste en mi cabeza.
Londres. París. Su maxilar.
Cuánto paisaje.

lunes, 7 de julio de 2008

sinceramente

Acá estoy, sentado otra vez en la pequeña sala donde todo sucede. Apenas si queda aire para respirar que no sea humo de cigarro. El vaso de vino y el cenicero como únicos espectadores de la monumental tragedy que mi vida protagoniza. No pienso tomarme las cenizas, no esta noche, ni al menos por estos días. Quiero estar despejado, limpio, entero para lo que puede llegar a venir...de seguro nada bueno, nada como tus besos, ni tus miradas con signos de preguntas balanceándose en tu nariz. Nada como tus misteriosos lunares. Nada como tus preguntas estúpidas.
Pongo algo de música para que seamos algunos más en la sala. Me imagino a un par bailando en la punta y a otros dos conversando detrás mio; pasan un buen rato.
Esta película me da asco o fobia, o algo así, y siento que algo me invade por dentro, al rato me doy cuenta que me equivoqué, solo son ganas de cagar...de cagar esta situación. Irremediablemente me veo obligado a cerrar mi esfínter como la bóbeda de un banco suizo. No me puedo levantar.
En el extremo veo que la foto de Carlos me mira y he dice:
_ Oye hijo. Que les den por culo! Tu concentrate en vivir, en escribir y en coger!
(“que les den por culo”...traducciones de mierda)
Levanto el vaso a su salud, pero ya no me mira, está absorto en sus problemas. Él con los suyos y yo con los mios...y mis cenizas. Las coloco en fila y me las mando. Me prometí no hacerlo, pero que tanto, me prometí tantas cosas.
Romper las promesas es casi una obligación que uno asume al hacerlas, de lo contrario nadie debería prometer nada, sino actuar y ya!.
El cuarto esta sofocando mis ganas de escribir y ya no pienso con claridad. Decido que ya es demasiado por hoy. Me termino el vino directo de la botella.
Hoy no fue una buena jornada. Esto que escribí es una mierda.

miércoles, 18 de junio de 2008

shit

Es para tanto...si, de seguro lo es. Estás riéndote como una loca en mitad de la calle, mientras los autos se detienen solo para mirarte los dientes y lo hondo de tu sonrisa. Yo, me miro los pantalones y veo una enorme mancha de mierda de paloma que recorre, de norte a sur, mi delgada pierna derecha.
Me encanta verte reír -aunque para eso me tenga que dejar cagar por un pájaro-.

felices 60’s

No me siento bien. Estoy descompuesto y me duele la cabeza. Me cuesta incorporarme de la cama y para peores, tengo que seguir con esta gran mentira.
Tengo que seguir mintiéndole a mi sistema y hacer de cuenta que nada cambió en estos años. Que mi cuerpo no está tan oxidado como lo está en realidad. Que mi visión sigue encontrando hermosos detalles en tu cara, siendo que a veces, ni siquiera me reconozco frente al espejo. Que mi tacto aún identifica el relieve de tu ropa interior por debajo de tu vestido, cuando mis dedos ya no saben, a ciencia cierta, quién sos. Mi olfato está cansado de ese perfume que, desde hace ya tiempo, dejó de ser especial. Además, tus besos ya no tienen el mismo gusto, y tu voz rechina en mis oídos como los frenos de un tren. Estas vieja y gorda.
No tengo ganas. Pero sin embargo ahí estoy, a tu izquierda, en una larga mesa que me encuentra en la punta. Sonriendo sin querer hacerlo, por debajo de mis blancos bigotes, como una estatua en una plaza repleta de palomas. Con un estúpido bonete en la cabeza -mi pelada tapada por un cono de cartón color naranja fosforecente-.
Allí, donde la gente se pasa la comida y habla hasta escupir los dientes, pienso que si tengo suerte, puedo morir atragantado con algún durazno de la torta (o una almendra tal vez). Pero la suerte es magra y ante mis ojos desembarcó un mezquino bizcochuelo con dulce de leche. Entonces...las luces se apagaron, y como un coro desafinado entonaron:
_¡Que los cumplas feliz!¡que los cumplas feliz!¡que los cumplas Ediberto!¡que los cumplas feliz!.
Fue allí cuando, aún con las luces apagadas, algún gracioso tiró hacia la muchedumbre un hielo, el cual Mirta, la vecina de enfrente, pisó hasta resbalarse y finalmente, quebrarse la cadera.
Fue un gran día mi cumple de 60.

los mejores días

Son los grises, esos que hace frío y las viejas no salen a pasear a sus perros.
Los mejores días son los que no te veo. Los que te atrincherás en tu casa con pileta a ver la ciudad por la ventana. A tomar café con tu tasa azul y a comer tus tostadas con dulce light.
Amo esos días. Son grises, fríos y las viejas no molestan.

miércoles, 28 de mayo de 2008

well baby

Ella me decía que era un vago. Lo repetía constantemente. De mañana, de tarde, de noche. Vago. Vago. Vago
La idea de no hacer nada, de no tener un trabajo, de no pagar mis cuentas, le incomodaba notablemente.
Vago -así me decía-.
Sólo te sentás a escribir durante todo el día, sin salir a levantar ladrillos, ni llenar formularios para empresas. Ni siquiera a solicitar una pensión de desempleo. Escribís, día y noche, sin parar. Como un loco. Como un idiota detrás de una hoja seca e insulsa.
Bueno nena, eso es lo que soy, un vago.
A good one.

coicaine

Ahí estas, matándote otra vez en mi baño. Despierta. Rabiosa. Sacada. Enferma.
Con los pelos revueltos y la tanga desencajada. Estás en otro planeta. Mirándote al espejo, acomodándote las tetas y la nariz.
No dejás de mirarte, te gustás.
Somos parecidos y eso no me relaja.
Te miro y siento lástima.
Aún sigo desnudo en la cama, temblando por dentro.
Debe ser el pánico que a veces me sacude.

martes, 6 de mayo de 2008

dientes

Fue una buena excusa la que me diste, pero lamentablemente me fue insuficiente. Todavía pienso en tus dientes. No en vos, sino en tus dientes.
Es una lástima que ya no los vuelva a ver. Realmente me gustaban. Eran blancos y brillantes. Parecían perlas perfectamente colocadas una al lado de la otra con milimétrica exactitud.
Junto con tus labios conjugaban una maravillosa sonrisa capaz de distraer a cualquiera que caminara al lado tuyo.
Hace tiempo que venía siendo víctima de una nimiedad. Es una lástima no poder seguir siéndolo.

miércoles, 30 de abril de 2008

una mujer en el baño

Es invierno y afuera el frío cachetea como un viejo desalmado. En la calle, las bufandas se sonríen entre ellas; saben que están otra vez en actividad.
Estoy mirando por la ventana de mi departamento. Es un gran ventanal que da hacia una especie de pulmón urbano en el que, durante el día, el sol se escurre sin dejar verse.

Pensando en nada, recorro con la mirada las pequeñas ventanas de los baños de el edificio lindero al mío. Ahí la veo, en su mundo íntimo, despreocupada.

Inmediatamente me acurruco sobre un costado del ventanal para que no logre verme. No pienso dejar de observarla ¿Voyierista?...No, simplemente curioso. Es un rareza de espectáculo el que presencio. Muy ilustrativo acerca de lo que las mujeres hacen cuando dicen ir al baño.

Frente al espejo, se acomoda el pelo. Largo, negro, brillante. Se lo desata, lo extiende y vuelve a atarlo con increíble habilidad de manera más prolija. Luego, se baja los pantalones y se sienta sobre el inodoro. Apenas si pude distinguir su pubis al pasar; un triángulo oscuro en su pelvis que se clavará en mi memoria junto a esta anécdota. Sentada ahora, juega con sus anillos y sus uñas.

Una mujer en el baño, posando solo para mi.

nez/narine/naseau

En su nariz hace equilibrio mi vista mientras habla. Bonita, perfecta...así es su nariz.
Por momentos, escuchaba todo lo que decía. Todas las cosas que quería ver, hacer y experimentar. Eran muchas cosas, todas juntas y desordenadas. Todas lejos del país; lejos de los buenos y malos recuerdos.
Volví a centrarme en su cara. En su boca y en sus dientes blancos. Estos, siempre visibles, como si tuviese una sonrisa perpetua...una hermosa sonrisa que por momentos intentaba ocultar y que, al querer hacerlo, solo lograba arrugar sus labios formando una trompa.
Fingía fastidio.
Ella no era tonta y miraba cómo mis ojos recorrían su cara. Un free-tour por aquella arquitectura non familiar, en la que encontraba gesticulaciones que me resultaban simpáticas como simple observador.
Ella era algo sencillamente hermoso de ver.

lunes, 10 de marzo de 2008

cerveza fría

Había poca gente cuando entré al bar. No buscaba a nadie en particular, simplemente quería alguna charla desinteresada y un vaso de cerveza fría. No quería que aparezcas, sino algo de compañía y un vaso de cerveza fría.
Sabías dónde encontrarme, y ahora estás frente a mi; vestida como siempre, oliendo como siempre, irritada como siempre...hermosa, como siempre.
Tus reproches comienzan haciendo un recorrido por las goteras de la casa, luego por el mecánico del auto, siguen con el colegio de los chicos y derivan hacia el veterinario y el perro. Tu voz acompaña, con un tono firme y autoritario, a tu terrible cara de culo. Sin duda me estas retando.
En el bar, los de siempre, miran la escena pero no se perturban.
Los reproches te hacen ver mal y te forman arrugas en la frente; un montón de líneas paralelas sobre tus cejas, que quedarán para el resto de los días, como marcas de nuestra relación. Como cicatrices.
Aún estás parada, pero ahora en silencio. Agitada, respirando fuerte. Mirando el piso, exhausta.
Me levanto y te ayudo a sacarte el abrigo, te sentás. Apoyás los codos sobre la mesa y la cabeza en tus manos. Estas nerviosa. El problema no son ni las goteras, ni el auto, ni el colegio de los chicos, ni el perro.
Te abrazo y te pido algo de tomar. Esa tarde acordamos el divorcio.

sábado, 1 de marzo de 2008

whisky para uno

En el bar siempre está este viejo que solo toma un vaso de whisky. Llega unas horas antes de cerrar, con su maletín y su abrigo. Saluda gentilmente y se acomoda en una de las mesas del fondo, aquellas en las que es complicado llegar con la vista. Pero yo se cómo hacerlo, y desde la barra lo observo.
Se sienta con su vaso mirando hacia la puerta. De su maletín saca un porta retrato que coloca siempre a su derecha. Es una vieja fotografía de una mujer, alguna antigua amante o quizás su esposa. Sea quién sea esta, pasa las horas escuchando las historias del viejo. Sintiendo su olor a alcohol de cerca.
Pobre tipo, a veces pienso que esa es su única compañía; él solo se sienta allí con su fotografía enmarcada a terminar su vaso y a esperar que termine el día para, mañana, volver a verla.

miércoles, 20 de febrero de 2008

fantasmas

Caminaba solo por la calle, cuando del otro lado, se me aparecieron tus fantasmas. Tenian puesto ese vestido azul que tanto me gusta, ese que deja al descubierto tus piernas. Llevaban un ridículo sombrero, que de seguro es nuevo, y el collar que alguna vez te regalé. Hermosos y elegantes, como lo eras tú, avanzan tus fantasmas. Hermosos y soberbios, como eres como tú, avanzan.
Ellos cruzan la calle y vienen hacia mí. Me miran y me reconocen. Saben que soy aquel que no soportó tus ataques de celos y tu mal aliento en la mañana. Saben que en una noche especial te regalé ese collar que hoy llevan.
Ellos saben quien soy, y sin embargo siguen de largo, indiferentes. Como si nunca hubiera existído en tu vida y como si tú nunca hubieses arruinado la mía.
En fin, no hay nada que hacer...así son los fantasmas.

martes, 12 de febrero de 2008

coincidencias

Un buen par de tetas y un culo firme. Una sonrisa color carmín y ojos demasiado delineados. Labios gruesos y putones. Lengua rápida y violadora.
Meterla en la cama fue más barato que las primeras tres cervezas en el bar, en donde me confesó que queria cojer como aquellos animales salvajes que salen en la tele. Dos whiskys más, un paquete de cigarrillos consumidos en un cenicero y que el taxi lo pague ella.
Convencerla de que se sacara la ropa fue fácil. Se divetía desparramando las prendas por todo el cuarto y hasta arrojó uno de mis zapatos por la ventana.
Se tiró en mi cama como si esta fuera una pileta y nadó a lo ancho y a lo largo por el raquítico colchón. A diferencia tuya, no le importa que este no tenga resortes y ni se molesta cuando los elásticos de la cama se clavan en su espalda.
A diferencia tuya ella gime, no se queja.
Aunque no ponía límites, besarla era difícil, más difícil que vos vuelvas a casa. Entonces, entendí que en estos juegos las bocas están para otras cosas y que de amor se entiende poco...o demasiado.
Transpiramos unas horas más y se escapó montada sobre un taxi el cual no se detendría por nada del mundo.
Al final, creo que ustedes dos se parecen.

lunes, 11 de febrero de 2008

mosca de bar

La barra se despliega frente a mi; soberbia, fría, eterna. Yo estoy en ella, con mi amante preferida, con mi amiga fiel, con mi perro de caza...mi cerveza y yo somos dos almas gemelas separadas al nacer, reencontradas tiempo después, por las amargas y necesarias desgracias que suceden en la vida. Esas fatalidades que le dan formas a las líneas de las manos.
Dentro de este lugar, en dónde mi esqueleto encontró calor y buena companía, las historias se desvisten. Bailan como el humo de los cigarrillos. Desnudas, sin prejucios, descascaradas de vergüenza.
Nos acarician la entrepierna y nos guiñán un ojo. Mi cerveza observa y yo sonrío.
Por el resto del bar, los cuerpos de hombres y mujeres se acomodan en las mesas viejas y, a travéz de sus vasos de vidrio grueso, se sumergen en baños de cerveza tibia. Se relajan, flotan y se dejan llevar, sin pensar en qué tan a la deriva terminarán esta noche.
La vida nos podría haber sido más fácil, pero no nos lo fue. Simplemente nos hizo una mueca desde una esquina y salió corriendo.
Desde esta barra sobervia, fría y eterna pienso que también soy un cuerpo desafortunado.
Me doy cuenta que mi ruina comenzó cuando te fuiste y que, a esta altura, es difícil es no ser una mosca en tu bar.

viernes, 1 de febrero de 2008

dos hermosas autopistas

Desde su mesa, Charles se detuvo en una figura y de sus ojos desembarcó aquella mirada que tienen los hombres más solitarios del mundo; una mujer había entrado al bar.
Se había deslizado como una ligera pluma por entre las mesas y se acomodaba elegantemente al final de la barra. Tenía un vestido verde que no llegaba a cubrir sus hermosas y largas piernas.
Aquel par, como si fueran dos autopistas que recorrían infinitos kilómetros, iban desde sus caderas hasta el suelo cortando el paisaje del triste bar como una navaja recién afilada.
Todos observaban a la mujer de vestido verde. Charles la imaginaba tirada en su cama, por la mañana, con el pelo suelto y revuelto. En ropa interior o simplemente desnuda. Bajo las sábanas, las que sutilmente delineaban el contorno de sus dulces y pequeños pechos, los que ahora se convertían en fantasía dentro de su cabeza.
Charles estaba en otro planeta, en uno familiar. La cerveza quedó de lado y se emborrachó con aquel par de piernas que sin duda alguna le traían recuerdos.
Se levanto y, sin pestanear para no perderla de vista, se dirigió hacia la barra donde ella estaba sentada. Rodeó su banqueta y, por detrás, le susurro al oído:
_ Es fácil vivir cuando uno esta enamorado...y yo estoy tan enamorado.
Ella sonrió y juntó sus hombros, como si sintiera cosquillas por dentro. La escena le trajo el recuerdo de un hombre que adoraba sus piernas y que le susurraba al oido letras de viejas canciones antes de hacer el amor.
Ella volvió su cabeza hacia el hombre que un rato antes había abandonado su botella de cerveza sobre la mesa para aventurarse en el terreno incierto de las palabras que se susurran al oído. Le acaricio la cara y con vos de quienceañera le dijo:
_ ¿Por qué tardaste tanto?

martes, 15 de enero de 2008

lo mejor de París

Desde que dejé Buenos Aires que no te veía...y hoy te vi, entre altavoces y turbinas. Hermosa...dolorosamente hermosa.
Te apareciste delante de mí como si el tiempo nunca hubiera pasado y me sonreíste. Te apareciste delante de mí como si nuestras vidas no hubieran cambiado. Como si las arrugas no me hubieran cortado la cara y como si mi pelo siguiera habitando la cáscara que recubre mis estúpidas e infantiles ideas.
Te apareciste delante de mí como si todavía me amaras…y entendí que lo mejor de París es que no tiene tu sonrisa.
Entendí que lo mejor de París es que no me duele.