lunes, 7 de julio de 2008

sinceramente

Acá estoy, sentado otra vez en la pequeña sala donde todo sucede. Apenas si queda aire para respirar que no sea humo de cigarro. El vaso de vino y el cenicero como únicos espectadores de la monumental tragedy que mi vida protagoniza. No pienso tomarme las cenizas, no esta noche, ni al menos por estos días. Quiero estar despejado, limpio, entero para lo que puede llegar a venir...de seguro nada bueno, nada como tus besos, ni tus miradas con signos de preguntas balanceándose en tu nariz. Nada como tus misteriosos lunares. Nada como tus preguntas estúpidas.
Pongo algo de música para que seamos algunos más en la sala. Me imagino a un par bailando en la punta y a otros dos conversando detrás mio; pasan un buen rato.
Esta película me da asco o fobia, o algo así, y siento que algo me invade por dentro, al rato me doy cuenta que me equivoqué, solo son ganas de cagar...de cagar esta situación. Irremediablemente me veo obligado a cerrar mi esfínter como la bóbeda de un banco suizo. No me puedo levantar.
En el extremo veo que la foto de Carlos me mira y he dice:
_ Oye hijo. Que les den por culo! Tu concentrate en vivir, en escribir y en coger!
(“que les den por culo”...traducciones de mierda)
Levanto el vaso a su salud, pero ya no me mira, está absorto en sus problemas. Él con los suyos y yo con los mios...y mis cenizas. Las coloco en fila y me las mando. Me prometí no hacerlo, pero que tanto, me prometí tantas cosas.
Romper las promesas es casi una obligación que uno asume al hacerlas, de lo contrario nadie debería prometer nada, sino actuar y ya!.
El cuarto esta sofocando mis ganas de escribir y ya no pienso con claridad. Decido que ya es demasiado por hoy. Me termino el vino directo de la botella.
Hoy no fue una buena jornada. Esto que escribí es una mierda.

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