lunes, 16 de marzo de 2009

transbordo

Me levanto de a poco.
Me incorporo en la cama. Me rasco la cabeza. Me refriego los ojos.
Estiro las piernas, moviendo los dedos de los pies. Giro la cabeza para los lados.
Me quedo un segundo.
Me levanto.
Voy a la cocina y prendo la hornalla. Cargo la pava con agua y la pongo al fuego.
Voy al baño. Hago pis. Me lavo la cara. Me cepillo los dientes.
Vuelvo a la cocina.
Preparo las cosas. Voy probado el agua, de a poco, tratando de no mojar toda la yerba, de no inundar todo el mate.
El día recién empieza, mejor hacerlo de a poco. Pausado. Tratando de que el traspaso del sueño a la realidad sea lo menos traumático posible. Lo menos violento posible.
Pruebo un par de mates, pero le falta.
Me quedo, otra vez.
Todavía me acuerdo de lo que estaba soñando.
Estaba corriendo solo por una calle de tierra. De mañana y de invierno.
Estaba descalzo y sentía el fresco de la tierra húmeda en la planta de los pies. La cara tensa.

Daba zancadas largas, como un velocista.
Sentía como me entraba el aire en los pulmones. Como bolsas, se llenaban y se vaciaban.
El aire se condensaba cuando salía por mi boca.
Me bastaba con solo apoyar la punta de los pies para salir disparado. Al final de cada zancada parecía quedarme congelado un instante, antes de caer y dar el siguiente paso.
Congelado en el frío de la mañana.
El agua ya esta a punto. El traspaso se ha producido con todo éxito. Pausado. Sin violencia.
Me voy a la mesa. El día acaba de arrancar.

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