domingo, 16 de septiembre de 2007

muchachito

Qué tan complicada quedo mi cabeza luego de que un niño de jardin dibujara en sus paredes con sus crayones.
Entró a la habitacion, tomó un crayon verde y trazó una linea horizontal. Comenzó a dibujar el pasto; corto y parejo sobre toda la superficie sin dejar espacios vacios. En ocaciones dejaba alguno sin cortar, asomándose por sobre los demas, como queriendo espíar.
Con otro crayón se dedicó a pintar el cielo. Allí donde terminaba el pasto, nacio un azul que cubría la parte superior del dibujo. Rayones cruzaban de un lado al otro, emparchando los espacios vacios que se colaban por debajo de sus brazos.
Al llegar a la mitad, cambio el crayón azul por uno amarillo e hizo un círculo del cual salían líneas disparadas desde el centro del redondel hacia afuera. Aunque la mezcla de las dos crayolas le dieron un tono amarillo-verdoso, no tuvo reparo en llamarlo sol ni en declarar que su sola presencia iluminaría todo el dibujo.
Le agregó un árbol, el que colocó en el extremo izquierdo del dibujo. Un tronco marrón y un follaje espeso que no deja ver más allá de él. Con fuerza remarcó la copa como queriendo contener el verde oscuro.
Hizo un paso atras y miró con agrado su obra, su paisaje ideal; su suave pasto, su sol amarillo-verdoso de rayos abrazantes, su arbol con copa enorme. Sonrió. Guardo los crayones en su caja, ordenandolos de acuerdo a su color y tamaño. Limpió sus manos en su pantalón. Dio media vuelta y se fue.

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